La verdadera resurrección

La verdadera resurrección

No hablo de una historia repetida, ritualizada, vaciada de alma. Hablo de la resurrección real. La que vivimos —si nos animamos— en esta vida.


No hablo de templos ni de dogmas.            

Resucitar es morir sin morir. Es soltar una piel que ya no vibra con lo que somos.Es quebrarse en mil pedazos para volver a nacer en otra forma. Más liviana. Más verdadera.

La enfermedad también es una forma de resurrección.Nos lleva a ese umbral donde nada es como antes, y el cuerpo se vuelve maestro. Nos obliga a ver lo que antes no veíamos: los ritmos que ignorábamos, las señales que esquivamos, las emociones dormidas que piden nacer. 

Y entonces, algo muere… y algo despierta.

Las crisis, los duelos, los vacíos también son portales. Nos arrancan del personaje. Nos muestran el abismo.Y si tenemos el coraje de mirar hacia dentro, resucitamos.

Con una mirada más lúcida.  

Con una voz más propia.

Con un corazón más real.

La resurrección no es un milagro lejano. Es un arte sagrado. Sucede cada vez que elegimos ver lo invisible.Amar lo que duele. Habitar lo que somos sin máscaras.

Resucitar es recordar que somos más que carne, más que historia. Es volver del fondo con las manos llenas de símbolos. Es encarnar el alma, por fin.

Y ofrecer esa nueva versión al mundo.

No hablo de una historia repetida, ritualizada, vaciada de alma. Hablo de la resurrección real. La que vivimos —si nos animamos— en esta vida.

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